
El motivo no es el objetivo de este relato, pero si el
describir lo que vi y lo que me contaron estos personajes. Vi hombres y mujeres
desde jóvenes no mayores de 23 o 24 años hasta maduros de 45 a 50,
enfrentándose al fuego, la oscuridad, los precipicios, la falta de luz eléctrica,
con poco más herramientas que unas viejas mangueras de aun más viejos camiones
cisternas de escasa capacidad para agua, linternas opacas, uniformes raídos y
poco funcionales, botas rotas, radios sin baterías y con alcances limitados, pero
con absoluta determinación y pasión por su trabajo, sentido de protección del
bien público y privado. Pero, además, absoluto desprendimiento por su propia
vida, verlos entrar en un sitio con barrancos de decenas de metros a oscuras,
sin más protección que la fé en sus instintos y en el santo de preferencia, es
digno de admiración.
¿Sabía Ud. Que estos profesionales ganan el sueldo mínimo?, ¿que redoblan permanentemente guardias?, ¿que ningún ente estadal les da
pertrechos o instrumentos para trabajar y protegerse?, ¿que no tienen ningún tipo
de apoyo logístico institucional para alimentos o agua para beber?, ¿que al
entrar a atender una calamidad no les ampara ningún seguro sino la “garantía”
de ser atendidos en el sistema de salud pública? (sí, ese mismo al que nosotros
tratamos de escapar y al que ellos conocen perfectamente en sus más recónditos
y oscuros lugares). Lo sorprendente es la calma, criterio y arrojo con el cual
lo hacen, casi, como si su vida no les importara, con un trato amable y hasta
con un sentido del humor irónico pero, imagino, ideal para sobrellevar su
realidad. Pensar que siempre serán llamados para situaciones caóticas, y que difícilmente
les será agradecido es, en mi parecer, injusto, pero es así y punto, y ellos lo
saben.
Cuando digo que seamos bomberos me refiero a su sentido de
la responsabilidad, a confiar en nuestro criterio e inteligencia, a aprender
haciendo, a sentir pasión por lo que hacemos, a que valoremos nuestra propia satisfacción,
que seamos arrojados, que valoremos el trabajo en equipo, que nos ríamos de
nosotros mismos con la ironía de los inteligentes.
A los amigos bomberos no les deseo suerte, porque ellos
juegan con ella día tras día; les deseo éxitos, es lo que necesitan.
Dedicada a mi amiga Linife y a su papá el Teniente Felix, y al
funcionario del cuerpo de rescate de Protección Civil que me habló sentado en
la acera de su vicio por el cigarrillo y el café, de sus hijos, de su amor por
la profesión.
FRSG
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